miércoles, 9 de marzo de 2016

EconoNuestra Le pedí una bicicleta a la troika, pero yo sé que ella no funciona así (Fuente Publico.es)

Juan Rafael Ruiz y Patricia StupariuDoctorandos en economía y miembros de econoNuestra
Se dice que Al Pacino siendo entrevistado dio esta respuesta: “Cuando era pequeño le pedí una bicicleta a Dios, pero yo sé que él no funciona así, entonces robé una y luego le pedí perdón.” Una frase genial. Lo que da más gracia al asunto es que, como no podía ser de otra forma, el bueno de Alfredo también se apropió de la frase pasando a la historia como el autor. ¿En que se parece la troika a este Dios? La respuesta es obvia, en nada. Este Dios funciona como el mal casero al que le pides que venga a arreglarte la lavadora, pero no viene. Pasado un tiempo ya no esperas que venga a arreglarla, pero tampoco esperas que si funciona se pase a jodértela. La troika es más como el Dios del Antiguo Testamento que según los que cuentan las estadísticas sobre sus hazañas, a lo largo de la Biblia, mató a 2.476.633 personas y eso calculando muy por lo bajo ya que excluyen los episodios difícilmente cuantificables del Diluvio Universal, donde solo dejó con vida a 8 (Noé, su esposa, sus 3 hijos y sus respectivas parejas) y las matanzas a base de azufre de Sodoma y Gomorra.
Dejando de lado la ficción podemos decir que vivimos un momento histórico, aunque la frase esté muy manoseada es verdad, algunos piensan que se debe a que se aproxima un cambio inminente a mejor, nosotros pensamos que se debe a dos cuestiones muy distintas. En primer lugar, porque el año que viene se cumplirán 10 años desde la crisis de 2007 y no se atisba solución. Se acumulan 9 años de regresión en derechos sociales, laborales y económicos, donde la situación ha degenerado hasta niveles donde existen medidas contra la libertad de expresión, reunión y manifestación que recuerdan a otra época. No sería de extrañar que en los libros de Historia este periodo se conozca como “la década pérdida” como ya la hubo en América Latina. Esto sería una buena señal porque indicaría que en el futuro seguirán existiendo los libros de Historia y la educación. En segundo lugar, vivimos un momento histórico porque la experiencia griega nos ha demostrado que, aunque ganemos en las urnas, en Europa la democracia está cada vez más lejos de los parlamentos nacionales. Existe la posibilidad formal de ir a votar cada cuatro años, pero el poder de los parlamentos nacionales ha quedado diluido. Los mismos que dieron el golpe de estado financiero en Grecia han sacado ya los tambores de guerra y piden para el próximo gobierno de España 9.000 millones adicionales de recortes y profundizar la reforma laboral. Mientras tanto se prometen sistemáticamente cambios y reformas sin hacer mención a esta realidad a la que tendrá que enfrentarse quien gobierne y que se recrudecerá en cuanto la prima de riesgo repunte y los medios de comunicación afines al gobierno den por terminada “la recuperación económica del 22% de paro”. Los que dicen luchar contra estos poderes estructurales dan síntomas de no recordar la magnitud real de su poder. La suma de la Comisión Europea, BCE y FMI cuenta con una capacidad de chantaje capaz de poner a un país en una situación de corralito, dejar a un Gobierno sin liquidez, cuentan una red tan sofisticada como para conseguir cerrar los bancos y vaciarlos al mismo tiempo y un poder mediático capaz de hacer parecer culpables a quienes han sido las víctimas de estas acciones.
Mientras todo esto se cuece se muestran papeles y se dan ruedas de prensa para decir que hemos resuelto la ecuación y vamos a aumentar en “x” millones el gasto público, o se discute sobre cuestiones tan lejanas como si el trabajo garantizado es la solución o si lo es la renta mínima. Pareciera que existe una nueva moda en la izquierda que consiste en buscar una solución lógico-lingüística a los problemas políticos, de tal modo que el objetivo pasa a ser conseguir un eslogan de signo contrario a los problemas reales que de alguna forma mágica actúe como antimateria y los haga desaparecer. Ejemplos no faltan: si hay mucha deuda, impago; si hay mucho paro, trabajo garantizado; si el BCE funciona como una organización mafiosa, democratizarlo; si hay muchos recortes, aumentar el gasto público; y si llegado el momento nos morimos sin ver todo esto, pues inmortalidad. No estamos en contra de ninguna de estas cuestiones y sobre la misma lógica que se proponen las podemos mejorar, para el trabajo garantizado 5.000 euros de salario mínimo, para la renta mínima 2.500 y para los del BCE ponerlos a hacer servicios sociales para la comunidad. Porque el papel todo lo aguanta, pero el deber de la izquierda es reconocer las debilidades y los grandes retos de las fuerzas progresistas actuales y no tratar de embellecer la realidad.
El último episodio vivido en Francia, donde desde Bruselas se les exige el fin de la jornada de 35 horas semanales, junto con una batería de contrarreformas laborales debería servir de aviso. En España la debilidad de los sindicatos es un síntoma claro de la debilidad del contrapoder popular en un escenario donde los datos del INE muestran que cada semana los trabajadores hacen 3,5 millones de horas extras que no son retribuidas, donde los salarios son un 50% más bajos que en Francia y el coste de vida sólo un 10% menor y donde la brecha salarial entre hombres y mujeres aumentó hasta más del 19% entre 2008 y 2013.
Participar en los aparatos políticos construidos por la derecha, como el sistema parlamentario político español, siempre entraña el peligro de embellecerlo y enredarse en el objetivo de las reformas formales y las “regeneraciones democráticas” vacías de cambio real en la correlación de fuerzas.
En el encuentro sobre el “Plan B” celebrado este mes en Madrid (y en varias otras intervenciones), el compañero griego Yannis Varoufakis transmitió un mensaje importante en el que se suele hacer poco hincapié: la necesidad de movilizar a los muchos colectivos explotados que, desencantados con la política, aumentan las audiencias de la telebasura basura, que pasan de los foros sociales, de las asambleas y de analizar el poder y la ideología que les oprime. En este terreno todo está por hacer y la estrategia es de largo recorrido, pero es imprescindible para conseguir la capacidad de organizar movilizaciones fuertes que aguanten ante la represión predecible. La acción parlamentaria puede ser un complemento y una ayuda para el cambio, si existen fuertes organizaciones populares hoy muy débiles. El trabajo de crear estas fuerzas populares y potenciar las existentes debería ser el eje principal de la izquierda, sin ellas todo queda en espectáculo televisivo.
FUENTE: http://blogs.publico.es/econonuestra/2016/03/09/le-pedi-una-bicicleta-a-la-troika-pero-yo-se-que-ella-no-funciona-asi/

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Atentamente.

OSCAR IGLESIAS CASADO

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